El impacto del cambio climático en los cultivos frutales de clima mediterráneo, especialmente en la acumulación de "horas frío" durante el invierno, está generando preocupación entre los agricultores. Los frutales de zonas templadas, como el manzano, el cerezo o el melocotón, requieren un periodo de bajas temperaturas durante el invierno para poder romper su estado de latencia y florecer adecuadamente en primavera. Sin embargo, el aumento de las temperaturas globales está reduciendo este enfriamiento invernal, lo que podría tener consecuencias graves para el rendimiento y la calidad de los cultivos.
En estudios realizados en regiones mediterráneas, se ha observado una disminución de las horas de frío, lo que afecta negativamente la producción frutal. En España, se ha mapeado la variabilidad espacial de las horas de frío y se ha observado que la disminución es más marcada en zonas de menor altitud y más cálidas. Portugal también muestra tendencias similares, con reducciones de enfriamiento en el sur, lo que limita la viabilidad de cultivos frutales en esa región.
Los agricultores están adoptando diversas estrategias para mitigar estos efectos, como la elección de variedades de frutales con menores requerimientos de frío o la aplicación de productos químicos que inducen la floración. Sin embargo, estas soluciones no siempre son efectivas o económicamente viables, lo que aumenta la presión sobre el sector y el suministro alimentario en el contexto de un clima cambiante.
Estos cambios sugieren que los sistemas agrícolas en las regiones mediterráneas deben adaptarse mediante la investigación y el desarrollo de nuevas variedades y la puesta en marcha de prácticas agrícolas resilientes al clima. Además, se hace evidente la necesidad de políticas que ayuden a los agricultores a enfrentar estos desafíos, ya que la disminución de la producción frutal podría impactar la economía local y la seguridad alimentaria.
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