La dieta mediterránea es un patrón dietético abundante en alimentos frescos de origen vegetal, entre las que destacan las fruta y hortalizas, las legumbres, frutos secos, cereales integrales, aceite de oliva, etc. En el estudio de León Muñoz y colaboradores se analizó el efecto de este patrón en el riesgo de fragilidad, hallando que, a menor adherencia a la dieta mediterránea, mayor fue el riesgo de fragilidad. De hecho, las personas que seguían una dieta con más elementos de la mediterránea, presentaron menos casos de caminar lento o de pérdida de peso no intencionada. Al investigar los grupos de alimentos por separado, solo se hallaron diferencias en las personas que más frutas y que más pescados consumían, con un menor riesgo de fragilidad del 41% y 34% respectivamente. No obstante, los autores concluyen que el mayor efecto de la dieta mediterránea y el riesgo de fragilidad, se debe al conjunto de los alimentos, más que unos en concreto.
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