Kojima y colaboradores, seleccionaron 5 estudios que siguieron a 8.440 personas mayores durante un periodo de 2 a 10.5 años, y otros 2 que evaluaron en un momento determinado, la asociación entre fragilidad y la dieta de 2.731 mayores. Aunque debido a diferencias metodológicas, no se pudieron analizar los resultados de forma conjunta, dos de los tres que presentaron un buena calidad concluyeron que las personas que consumían más frutas y hortalizas, tenían menor riesgo de fragilidad, mientras que el otro uno no halló diferencias entre los que las incluían habitualmente frutas y hortalizas en la dieta y los que no. El resto de los estudios apuntaron hacia una tendencia similar, pero sin suficiente certeza. La conclusión principal de los autores fue que se necesitan más estudios y de mayor calidad metodológica, para establecer de un modo robusto la relación entre el consumo de frutas y hortalizas y el riesgo de fragilidad.
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